Acabo de volver de Italia. Qué decir de ese país que no se sepa. Arte, estética, locura, desorden, sonrisas, color, pasta, tomates frescos y muchas dosis de genialidad.
La Toscana me aportó tranquilidad, melancolía, paz y serenidad. Encarna el color marrón en su máxima expresión (ver fotos de esos días).
Roma me aportó colores y descolores, pinturas, arte, luz, calles y puentes fastuosos, romanticismo y sorpresas para la retina de manera constante.
Una anécdota el final del viaje resume de manera magistral la idiosincrasia de este país único. Iba conduciendo hacie el aeropuerto de Roma por una autopista repleta de vehículos. Conducir en Roma es una oda al caos y a la ley de la selva. Camino al aeropuerto, me di cuenta que la cuneta era utilizada por cientos de motos de todo tipo para adelantar los lentos coches de manera furtiva. Hay que estar allí para creerlo. Cuando llegó el momento a doblar a la derecha para salir al aeropuerto, puse el intermitente derecho. Pero las motos que adelantaban por la cuneta hicieron caso omiso. Tras hacer un claro ademán de girar, no desistieron. Estuve tentado de no doblar y ceder ante la intimidación de la nube de motoristas. Pero decidí no hacerlo. Doblaré y por narices tendrán que parar, me dije con una inusitada clarividencia. Y vaya si pararon. Tras girar con brusquedad a la derecha, pude oir los chasquidos de frenos de varias motos....ufffff, me dije.
Mientras devolvía el coche alquilado en el aeropuerto, me preguntaba qué sería de Italia si además de su arte y genialidad tuviera más sentido de la disciplina y el orden.....vaya país, me decía.
Pero un par de detalles humanos en el aeropuerto me demostraron que, para lo bueno y para lo malo, Italia es diferente. Al pasar la seguridad, detectaron que en la maleta de mano tenía una botella de contenido líquido: un exquisito vinagre de Módena comprado horas antes en una preciosa tienda romana. Mientras un policía retiraba la botella y la colocaba en la basura, miré pidiendo misericordia a la policía jefa del lugar. Es mi vinagre favorito y lo he comprado para un amigo de Barcelona, le dije implorando perdón. En un gesto inusual en los tiempos que corren, la policía dijo a su compañero: devuélveselo al chico que seguro que dice la verdad. Casi le doy un beso. Yo, que no paro de viajar, os aseguro que esto sólo ocurre en Italia. Un toque de flexibilidad en una sociedad global con dosis crecientes de rigidez burocrática...
Tras proseguir mi camino en el aeropuerto, me dispuse a ingerir el último panino italiano, una amenaza para mi deteriorada silueta. Llegué al típico mostrador de bareto de aeropuerto y elegí el último panino de mortadela, un manjar que no suelo perdonar. Para mi desgracia, la mortadela yacía seca y aburrida rodeada de un pan salado y deshidratado. Qué bien le iría un poco de tomatito y queso fundido, espeté a la camarera en mi italiano macarrónico.....tras mirar a la señora con dulzura, la señora me miró y dijo.....eso lo arreglo yo en un santiamén. Ni corta ni perezosa, cortó unas rodajas de un excelso tomate, colocó un trozo de queso de cabra y fundió el resultado final con tino y mesura. Bueno, ya lo tienes, y por el mismo precio, me dijo con evidente muestras de felicidad.
Y me fui comiendo un genial panino haciéndole la ola a la señora, a la policía, y a este maravilloso país que es capaz, dentro de su caos, de encontar lugar para la flexibilidad, los detalles y la generosidad.
Os imaginais al camarero del Aeropuerto del Prat teniendo un detalle con vosotros y haciéndoos un bocata a medida por el mismo precio ? Yo no. Esas cosas sólo pasan en Italia.
lunes, 18 de julio de 2011
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1 comentario:
Jajajajajaja...vaya potra que has tenído... porque no me imagino para nada que una camarera (te sirva el bocata a tu gusto) y un guardia de la aduana (te deje pasar la botella de vinagre de Módena) estas cosas sólo pueden ocurrir en ese país.
Seguro que los moteros al verte girar con el coche a la velocidad de la luz debieron de darle recuerdos a tus ancestros ^.^
lol lol lol
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