Son las 7 de la mañana. Me encuentro en el Open Eye Cafe de Chapel Hill, mi templo matutino de la reconexión diaria con el mundo, donde escribo mis primeros e-mails del día. Hoy vuelvo tras la que probablemente ha sido la semana más intensa de mi vida, en mi querida Barcelona.
Ya sabeis que en la vida hay de todo. Epocas de desiertos, de dudas, de sinsabores. También hay épocas insulsas, neutras, de relleno vital. Y finalmente momentos donde recoges frutos, donde se hace evidente lo que curraste, lo que luchaste por hacer realidad.
Ante tal variación de sensaciones, siempre he dicho que es bueno mantener una cierta centralidad emocional. Ni hundirte cuando vienene las dificultades o afrontas tus limitaciones, ni venirte arriba desmesuradamente ante los buenos momentos. Esta estabilidad o neutralidad emocional, que no quiere decir falta de entusiasmo ni de sensibilidad, te permite no influenciarte en exceso por los resultados del momento. Te evita confundirte, y pensar que las cosas están perdidas en caso de fracasos, o que el nuevo camino será sencillo, en caso de victorias. Lo importante, como siempre digo, es el método.
Por eso, esta mañana me levanto dispuesto a volver a luchar por los enfermos y por la medicina como cada día. Poco a poco,sabiendo que cada nuevo proyecto, cada nueva aventura, necesitará tiempo, paciencia, astucia, resistencia y, sobre todo, mucha ilusión en lo que haces.