sábado, 24 de julio de 2010

Un día en las favelas

Hace unas semanas tuve una experiencia impactante, de esas que recordaré mientras viva. Visité las favelas de Ribeirão Preto, en el estado de Sao Paolo (Brasil). Viajé allí para dar unas conferencias en la Facultad de Medicina, pues dos de sus profesores, Fernando y Leandra, habían trabajado en nuestro laboratorio de Barcelona años atrás. Tras un ajetreado día de conferencias el viernes, fuimos a cenar a una churrasquería, que proponía una variedad y calidad de carnes que vencieron por goleada a mi vulnerable voluntad ante las tentaciones culinarias. Es difícil resistirse ante el sabor de la picaña, la carne que más me sedujo. Al finalizar la cena, Fernando me comentó que la mañana del sábado debía ir a visitar los niños a las favelas más pobres de la ciudad. Acude de manera regular desde un año en compañía de Ángela, una voluntaria que lleva 12 años ayudando a los niños, muchos de ellos desnutridos, en las peores favelas de Ribeirão Preto. Es peligroso, espetó Fernando, pero es una de las experiencias que más me llena en la vida. Fernando es así. Discreto, alegre, bondadoso….y nervioso y flaco como una anguila de la Albufera. Los jefes de las distintas bandas, me comentaba, suelen ir armados y son de un comportamiento imprevisible, en espacial cuando un hombre visita a las madres y los niños. De hecho, Fernando debe ser muy discreto, ir siempre acompañado de Ángela, y no mirar a los hombres ni detenerse en lugares que no debe. Cuando entra en las mugrientas chabolas construidas de trozos de puertas, cartones y elementos de deshecho de todo tipo, debe siempre tener su libreta ante él y las madres, y nunca, bajo ningún concepto, tocar a nadie. Aunque ello dificulta su labor de médico y la capacidad de explorar a los niños, Fernando ha desarrollado una destreza muy ocurrente de explorar la piel, el abdomen, los ojos y la boca y los niños con ayuda de sus progenitoras...


Antes de acabar el postre, y tras escuchar ensimismado los relatos de Fernando, le imploré si era posible que fuera el sábado con él a visitar a los niños desnutridos de las favelas. Fernando, no sin reticencias, aceptó de entrada el reto, aunque tenía dudas fundadas de que el hecho de ir dos hombres a la vez despertara las sospechas de los varones del lugar. Si creen que eres policía y vas a controlar si hay drogas en las chabolas, pueden volverse muy violentos y actuar sin miramientos. Debes pues ser extremadamente discreto y dócil con nuestras indicaciones, soslayó. Yo asentía con la cabeza algo amedentrado pero muy ilusionado. Tras un rato explicándome con detalle las normas de todo tipo que debía seguir, Leandra, la mujer de Fernando, hizo el ademán de querer hablar con su cónyuge en privado. Tras ir juntos a pagar la cuenta de la opípara cena y discutir la pertinencia de mi visita a las favelas, volvieron cariacontecidos a la mesa. Doctor Ramón -así es como me llama Fernando- mi mujer opina que es demasiado peligroso para usted ir mañana a las favelas pues existe mucha violencia y el riesgo es inasumible para nosotros. Tras una mueca de desdén, asentí con la cabeza. Lo entiendo, Leandra, dije apenado. Y tanto que lo entiendo. Nos os preocupeis, vamos ya al Hotel si deseais...

Me desperté el día siguiente a las 5 de la mañana, y durante los primeros segundos de vigilia no sabía siquiera dónde estaba. Tras retozar un rato en la cama viendo un concurso en la televisión brasileña en el que no entendía casi nada pero que me distrajo sobremanera, me encaminé a un gimnasio rudimentario pero entrañable situado a una manzana del Hotel. Tras ejercitar mis entumecidos músculos al sonido de una marchosa samba, volví a la habitación empapado de sudor, ávido de una reconfortante ducha. Ante mi sorpresa, estaba encendida la luz roja de los mensajes en el teléfono de la habitación. Si son apenas las 8 de la mañana, pensé. Descolgué con curiosidad el aparato y apareció la voz de Fernando: Doctor Ramón, he hablado esta mañana con la señora Angela -la experimentada cooperante- y me ha dicho que puedes venir, con la condición que no te separes un metro de ella. Dice que la conocen hace varios lustros y estarás seguro al lado de ella. Llamé emocionado a Fernando. Me explicó las condiciones: ropa sencilla, sin gafas de sol, sin relojes ni cámaras de fotos, y sin bolsas ni carteras. Cumplí a rajatabla todo, menos una cosa. Los que me conoceis ya imaginais qué condición fui incapaz de cumplir...

Pasó Fernando a recogerme al cabo de media hora. Vino con un coche muy rudimentario para la ocasión. Es el primer coche que tuvo mi mujer, me aclaró. Lo íbamos a donar al desguace, pero lo hemos conservado pues su roñez es ideal para estos menesteres. Y vaya si lo era. Al entrar en él, pensé que estaba en Cuba con un coche de los años 60 remodelado a base de piezas sueltas. Ante mi sorpresa, había una radio medio colgando de la guantera, cubierta de una tupida capa de polvo tropical, que funcionaba todavía. Giré el interruptor y sonó la mítica canción de Dire Straits “Private Investigations”. (Por cierto, parece ideal para seguir leyendo este relato….os la incluyo para que la enchufeis)……



Fernando condujo hábilmente el depauperado auto por las estrechas calles de Ribeirão Preto, que brillaban con fuerza animadas por la escarcha tropical que lucía la ciudad esa mañana. A medida que conducía colina abajo, las calles, las casas, las aceras, los andamios, los coches, las personas, los perros y hasta el aire se iban deteriorando paulatinamente. Pronto llegaremos, me dijo algo nervioso Fernando. Mientras mi retina se impregnaba de una incesante suciedad, mi trasero de traicioneros baches y mi aliento de la densa polvareda que desprendía el coche, Fernando se detuvo y aparcó el auto ante una frondosa palmera. Hemos quedado aquí con Ángela, comentó. No cerraré las puertas con llave, pues es peor, indicó….así seguro que no rompen las ventanas. Además, tengo un truco infalible que hace imposible robar el coche, espetó mientras desconectaba un misterioso cable sito al lado del acelerador...

Ángela llegó en un santiamén. Era una mujer menuda, vivaraz, densa y con una tez marcada por más de cinco décadas de vida intensa. Hola Ramón ! me dijo mientras estrechaba mi mano con brío. Ya me ha dicho Fernando que te hacía mucha ilusión visitar las favelas. Ya te ha dicho él lo que tienes que hacer. Si ves algún hombre, que por lo general duermen a esta hora de la mañana, acércate a mí lo más posible y mira al suelo. Así haré, prometí con un aire de evidente excitación. Anduvimos colina abajo cinco minutos hasta que nos encontramos una calle limitada por una hilera de casas depauperadas concatenadas a modo de muro. Detrás se encuentra otro mundo, otro registro, otra forma de ver la vida: las favelas…. exclamó Fernando con un aire seremonioso. Y tenía razón. Nada más adentrarnos en el primer callejón, anduvimos raudos colina abajo por caminos de barro, maderas, bruticia, riachuelos inmundos, hedores variados, aguas marronáceas y sonidos de animales asilvestrados que merodeaban por doquier. Mi respiración se entrocortó, mis pupilas se dilataron y mi corazón aumentó su ritmo de manera acompasada. Estaba excitado y expectante. El sonido de un cerdo en celo brotó del interior de una chabola con una fuerza inusitada. Wow, exclamé……Tras sortear con pericia los obstáculos del desdichado camino, llegamos a la primera chabola donde habitaba una familia numerosa. La puerta era menuda y las pareces apenas se tenían en pie. Encorvé mi cuerpo y penetré en la morada. Mi primera visión fue de Claudia, una robusta mulata de 19 años cuya curtida piel denunciaba una azarosa vida desde los primeros brotes de la adolescencia. Tenía tres hijas: una de 6 años, que ejercitaba de segunda madre ante los otros retoños, una preciosa niña de cabellos rizados y ojos de miel de 3 años y un bebé de apenas 20 días. Par ser sincero, me llamó la atención cómo dos niñas vestidas con ropa mugrienta, deshilachada y sucia a rabiar podrían estar tan radiantes. Para mí lo estaban. El interior de la chabola era denso, lleno de artimañas y apaños de cartones, telas y maderas para conseguir 4 paredes y un techo con una mínima dignidad arquitectónica. El suelo era negro azabache, lleno de restos de comida y suciedad variada. La niña mayor se puso a barrer dicho berenjenal ante la indicación de la madre, con una destreza propia de una profesional. Fernando y Ángela exploraron de una manera sucinta a la recién nacida y repasaron el cordón umbilical, que cicatrizaba lentamente tras una infección rebelde. Está mucho mejor que la semana pasada, dijo Ángela con cara de satisfacción. La madre asintió con un aire de indiferencia. Angela extrajo de su mochila unas bolsas de leche en polvo y se los dio a la madre. Nos dimos la vuelta sin mediar palabra y salimos de la chabola mientras mi última mirada se perdía en la hija mayor, tras cuyo sucios rizos se adivinaba una fantástica personalidad...

Angela prosiguió a paso ligero por la callejuela principal y dio un giro inesperado a la izquierda, donde nos acercamos a una casucha más que decente que incluso vestía una pared de cemento….Aquí vive Andrea, dijo Fernando. No sale a saludarnos pues tras tener a su nuevo hijo tiene una profunda depresión. Andrea !! Gritaron al alunísono Angela y Fernando. Sal que estamos aquí para ayudarte !! Ni caso. No se movió una hoja ni escuchó esbozo alguno. Vámonos, que no creo que salga. Mientras Angela se acercaba a mi, saqué furtivamente mi Canon S90 del bolsillo y le hize una foto. Al percatarse de mi irresponsable acto, me dirigió una mirada inquisidora que pronto se tornó en una evidente complicidad. Angela hizo un aspaviento y proseguió su camino sin pausa alguna, mientras nos adentramos en un pequeño recoveco en el que marmitaban 3 adolescentes descamisados que más que vivían hibernaban…estaban sentados en una antigua parada de autobús, mirando al infinito, y con los cuerpos fibrados y tostados por el duro sol brasileño sin más ansiedad que el paso inexorable del tiempo. Esta es una edad muy difícil para ellos, me susurro Fernando. Están casi a punto de caramelo para empezar a delinquir, tras una larga infancia aburrida e insulsa. Puedes leer en sus facies el dejo del olvido y la indiferencia, y cómo la violencia está a punto de brotar...

Proseguimos nuestro camino sin pausa y giramos por un estrecho callejón que serpenteaba entre un riachuelo inmundo. Anduvimos rápido con la respiración entrecortada, hasta que llegamos a una chabola que destacaba de las demás casuchas por la altitud de sus paredes y por la frondosa luz que brotaba de su interior. Enseguida vimos a una mujer joven pero rolliza, de rostro marronáceo y alegre y con una actitud que destilaba dignidad y compostura. A su vera estaba su hija Claudia, una preciosa niña de tres años que hablaba por los cuatro costados, con una mirada picarona y unos ojos dulces como la miel. Wow, cómo has crecido, Claudia !!, expresó Fernando con claros signos de incredulidad. Hace 1 año estaba flaca como una caña, y mírala ahora, hecha toda una señorita, dijo. Claudia miró a Fernando con sus inmensos ojos negros y le enseñó su juguete favorito, mientras alzaba una vieja y roñosa muñequita que probablemente encontró su madre en un basurero cercano. A pesar de tener los cabellos dañados, la piel herida y el babero hecho trizas, la muñeca rezumaba clase, y más en las manos de esta preciosa niña. La imagen de Claudia mostrando orgullosa su deteriorada muñeca con tanto orgullo y dignidad impregnaron mi retina y no se borrará mientras viva…..…y lo digo en serio.

Tras comprobar que Claudia no requería ayuda alguna, proseguimos nuestro paseo favalero. Al doblar la esquina, Angela atisbó algo que no le gustó. Los hombres se acaban de despertar, me dijo…y desconfío del nuevo jefe, que es muy joven y tiene fama de violento. Será mejor que vayamos saliendo de aquí, espetó Angela con un aire seremonioso. No faltaría más, respondí obediente. Aceleramos el paso mientras saltamos un riachuelo de bruticias y aguas fétidas, camino a la calle que nos conduciría a la salida……mientras me percaté que la tensión había aumentado, caminé mirando el suelo con cara de cordero degollado...tras recorrer varias calles vacías, llegamos a una especie de plazeta artificial donde alcé la vista y vi una imagen que me impactó…allí, sobre una de las paredes destartaladas, había un grupo de mujeres y niños alrededor de un chaval de unos 11 o 12 años que reposaba sobre una silla de ruedas con evidentes signos físicos de una irremediable paraplejía. El chaval estaba dando órdenes a las mujeres, que le reverenciaban con signos evidentes de total sumisión…..miré un segundo a los ojos del chico y ví la imagen del orgullo, el poder, la soberbia. Nunca sabré interpretar el papel de este chaval en esa comunidad y porqué tenía tamaño descendente sobre personas mucho mayores que él….algún día, cuando vuelva a Brasil, se le preguntaré a Angela.

Tras la fugaz visión del chaval impedido y su corte particular de gentiles, atisbamos el final de la callejuela de barro que colina arriba acababa, tras superar un muro hecho a base de puertas y otros muebles abandonados, a una calle asfaltada de Ribeirão Preto. Al salir de las favelas, no pude más que suspirar y volver la vista atrás….y percatarme que detrás de ese muro de madera había un submundo atroz, con unas condiciones infrahumanas y con unas reglas de juego y de convivencia que me apasionaron desde el punto de vista humano y sociológico.

Me despedí de manera sobria y agradecida de Angela y me dirigí con Fernando a su coche para volver al Hotel para intentar digerir las experiencias que había tenido. Esto también es Brasil, dijo apesadumbrado Fernando. Duele ver tantas diferencias, asentí. Pues eso no es todo, respondió. Si subimos esta colina, a menos de 4 cuadras verás las casas más lujosas de Riberão Preto, expresó Fernando. No me lo puedo creer….a cuatro cuadras ? No te lo crees ? Pues vamos y lo podrás comprobar. Tras encerder con dificultades el andrajoso coche, pisó fuerte el acelerador colina arriba y literamente en 45 segundos estábamos antes una retahila de casas fastuosas con precisos jardines y frondosos árboles tropicales….(ver foto) WOW, esto es la repera, comenté indignado. Cómo puede ser que en un país cohabiten a pocos metros la miseria y el lujo más explícito ?

Bienvenido a Brasil !!, dijo Fernando.




domingo, 18 de julio de 2010

Brasil (Viajes por el mundo #3)

A pesar de viajar mucho, he sido un poco vaguete a la hora de poner posts sobre los viajes. Seguiré la serie que comencé el año pasado en las que cuento 1o cosas que me llamaron la atención de un país. Esta entrada es consecuencia de dos viajes a Brasil. Uno, en marzo, a Ribeirao Preto, al lado de Sao Paolo, y otro viaje del que volví ayer de Salvador de Bahía. En este segundo viaje tuve la oportunidad de escaparme un día con la cámara y recorrer esta apasionante ciudad. Los próximos días subiré las mejores fotos a Flickr.

Bueno, estas son las 10 cosas que más destacaría de Brasil:

1. Brasil es un país que, a pesar de sus sufrimientos, rie y rie sin parar. Y más en Salvador. Una abuelita me dijo un día: ría por favor, recuerde que está en Salvador.....!!!

2. Los brasileños son muy besucones. Padres a hijos, parejas, amigos, compañeros...y los besos son muy sonoros...como en mi familia también lo somos, pues estuve en mi salsa.

3. Ya lo he dicho varias veces en el blog, pero lo reitero: la música de brasil es la mejor del mundo sin discusión. La aman con pasión, es variada, rica, aderezada con bailes, tiene grandes autores y tienen la ventaja de usar el idioma más musical que conozco.

4. Brasil es el país con más mezclas de razas que conozco. Brutal. Lo de Salvador de Bahia es espectacular. Todas las tonalidades negras, mulatas y amerindias. Un placer para el que disfrute de la diversidad, como es mi caso.

5. Aunque hay muchos obesos en clases más desfavorecidas, los brasileños aman el culto al cuerpo y al deporte. Nunca via tanta gente corriendo por la calle. La actividad en los gimnasios es brutal. Hice una hora de spinning el último día y casi me tienen que devolver a casa en FedEx.

6. Mención especial merece el Futbol, religion unitaria en este país. Todo el mundo estaba consternado con el papel de Brasil en la copa del mundo, y me felicitaron de corazón por España. Aquí entiende de futbol hasta el más pintado. Recuerdo como anécdota que una señora muy viejecita que vendía maíz se sabía toda la alineación de España y me soltó una perorata técnica brillante sobre las razones por las que Brasil no ganó.....

7. De la gastronomía, destacaría dos cosas: las frutas tropicales y zumos y los postres. Muy sano lo primero y una perdición para mí lo segundo.

8. Me encanta la bandera de Brasil y so logo: orden y progreso. Brasil cree en la sanidad universal, aunque es lógicamente muy deficiente. Me gustó que no son pues amantes del capitalismo salvaje, sin protección alguna.

9. Brasil es uno de los países más emergentes del mundo y su crecimiento es muy bueno. Pero es a la vez un país de brutales desigualdades sociales. Esto es muy obvio cuando vas por Salvador de bahía. El porcentaje de calles y casas de pésima calidad y deficiente higiene es altísimo.....en unos días os pondré el relato, extenso, de mi visita a las favelas cuando estuve en Ribeirao Preto...me impresionó. Espero que poco a poco el progreso le llegue a todos.

10. Por último, tan sólo deciros que entiendo a Ronaldinho y cómo se ha relajado con fiestas continuas....los tíos ya me entendeis......

PD: ya no me quedan más números..... En Savador vi el mejor graffiti que he visto en mi vida, que sabeis que me encanta.

lunes, 5 de julio de 2010

VIP (2): La Sra. ROSA

Mi segunda VIP particular es una señora de la que soy cliente asiduo hace casi 15 años: la Sra. ROSA. Rosa es una viuda que acaba de dejar atrás los 80 años. Desde los 10 años se dedica a vender los famosos "tomàquets del Mareny" en la entrada de su humilde casa en el Manery de Barraquetes, el pueblo donde he veraneado desde que era un niño. Y lo hace días laborables, sábados y domingos, desde hace tan sólo 70 años...wow

Desde que vivo en Barcelona, cada vez que visitos a mis congéneres en la playa valenciana no fallo en la cita con la Sra. Rosa. Suelo comprarle 3 Kgs de tomates que empaqueto en el Euromed via a Catalunya y que ya son famosos entre mis amigos de estos lares. Sinceramente, como esos tomates no hay ninguno, y que me personen los de LLeida. Los descubrí gracias a Daniel Puertos (padre), que es un experto reconocido en este tipo de tomates y que cada verano nos invita amablemente a su de terraza a una generosa ración de estos dioses rojos regados con un exquisito aceite de oliva....

Ayer, cuando fui por última vez a visitar a la Sra. Rosa, le pedí que me dejara fotografiar con el teléfono su tenderete y su rudimentario peso. Le encantó la idea y se puso incluso nerviosa. Nunca me lo habían pedido en 70 años, dijo con un aire de evidente felicidad. Esta balanza ya era de mi abuela, me dijo mientras fotografiaba sus enseres. Con las balanzas más nuevas no me aclaro. Y total, para pesar tomates, ésta me sirve. Para qué pues gastarme el dinero en algo innecesario ?, esgrimió con sabiduría la señora.

Pues tiene razón, Sra Rosa. Una VIP. Y que no me la toquen.