viernes, 9 de marzo de 2012

La lección del Tourmalet


Si tengo que elegir cuál ha sido una de la experiencias más aleccionadoras de mi vida, elegiría sin duda las subidas en bici al Tourmalet con mi gran amigo Jaime (ver foto de la segunda subida para los incrédulos).

Jaime puede dar fe de que no soy un portento físico, ni mucho menos. Algo normalito, diría yo. Pero de lo que sí estoy orgulloso, y lo digo con sinceridad, es de la resistencia mental.

Durante esta larga subida, que no ofrece un sólo metro de descanso, a diferencia de otros puertos del Tour de Francia, una persona normal pasa varias crisis físicas relevantes. El acúmulo de
ácido láctico estimula directamente el centro cerebral de la supervivencia y te dice: "párate que vas a reventar". Os puedo asegurar que en varias ocasiones en ambas subidas, el sentimiento de no poder más se apoderó de mi mente. Y cada vez, sin excepción, deseché dichos pensamientos y seguí pedaleando hasta alcanzar la meta. La ganas locas de alcanzar la cima del Tourmalet me dio una resistencia extra, algo que jamás había experimentado hasta entonces.


No sabeis cuántas veces en la vida he rememorado estas experiencias del Tourmalet para encontrar fuerzas extra cuando había dificultades serias en el camino de algo que realmente me importaba. Cuando me asalta el sentimiento de que no puedo más, me acuerdo de esas subidas y me digo: “hay que seguir pues puedes más de lo que crees……”.


No me extraña que cada año haya un ciclista relevante que pierde el Tour de Francia en el Tourmalet. Quizás todo sea cuestión de la resistencia mental…

3 comentarios:

Estela dijo...

Y que satisfacción tiene que dar cuando se llega a la meta después de tanto sufrir ^-^

Un beso.

Anónimo dijo...

Incluso para las que no somos nada deportistas....

Una vez más....una lección magistral!!!
Un abrazo.
Pili

Jaime dijo...

Puedo dar fe de la lucha de Ramón en el Tourmalet y como sin casi entrenar fue capaz de subir en dos ocasiones ese "col". Eso sí, iba tan despacio que lo tuve que dejar a mitad subida, de no ser así hubiera tenido que parar por falta de velocidad en mi bici. ¡QUÉ AMOR PROPIO Y CAPACIDAD DE SACRIFIO MOSTRASTE RAMÓN!